sábado, 21 de mayo de 2011

Actas de los Mártires

Actas de los Mártires

Las Actas de los Mártires o Acta Martyrum son los documentos narrativos del proceso y muerte de los mártires. Las mejores ediciones son las realizadas por los bolandistas en sus obras Acta Sanctorum, Bibliotheca hagiographica latina, Bibliotheca hagiographica graeca y Bibliotheca hagiographica orientalis. El apelativo mártir (del griego martyr, testigo) se atribuyó en un principio a los Apóstoles, que fueron testigos de la vida y resurrección de Cristo (cf. Hch 1, 8) y a los primeros discípulos, que por mantener ese testimonio afrontaron la muerte;con el tiempo la palabra mártir pasó a significar al cristiano que da con su sangre testimonio de su fe, para posteriormente a cualquier persona muerta por sus ideales.

Origen

La expresión Acta martyrum en sentido genérico, se aplica a todos los textos narrativos de la muerte de los mártires; pero posee un significado más restringido y preciso, cuando se refiere, en lenguaje técnico, a las actas oficiales del proceso y condena. Tales actas eran estenografiadas y transcritas por los oficiales de cancillería del tribunal (notarius exceptor) para ser conservadas en sus archivos; por esta relación con el tribunal del procónsul, se denominaron también «proconsulares» (Acta proconsularia). Una vez introducida esta distinción, la denominación de acta queda reservada para los procesos verbales (por ejemplo, Acta martyrum Scyllitanorum) mientras que a los restantes relatos referentes a los mártires, se aplica el nombre de passio, en todas sus diversas formas (gesta, martyrium, legenda). Semejante distinción queda igualmente justificada por la diversa finalidad y carácter de ambas clases de documentos; las acta están desprovistas de todo carácter hagiográfico, mientras que las pasiones se caracterizan por su finalidad y sentido religioso e incluso edificante. Es necesario añadir, sin embargo, que en el grupo de las acta van incluidos algunos textos, que contienen partes narrativas ajenas al proceso verbal, pero de un valor documental e histórico equivalente (Acta-Passio SS. Perpetuae et Felicitatis, por ejemplo). De todos modos el grupo de acta conservado es muy reducido, apenas una docena de fragmentos, de manera que la mayoría de los textos narrativos acerca de los mártires lo constituyen las pasiones. La escasez de actas oficiales y documentación directa ha sido objeto de polémica.
Las antiguas comunidades cristianas tuvieron un gran interés en conservar el recuerdo de sus mártires, como prueban las noticias referidas en el relato del martirio de San Policarpo (m. 156)Ref 1 , cuyo recuerdo se veneraba anualmente en Esmirna. San Cipriano solía recomendar a sus clérigos que tomaran nota detallada de la muerte de los mártires; estos valiosos testimonios son también las noticias más antiguas sobre el culto a los mártires. De acuerdo con lo que se conoce hasta hoy, no hay una idea precisa acerca del grado en que los cristianos acostumbraban a transcribir las actas del proceso; es, sin duda, muy probable que algunos de los que presenciaran el desarrollo estenografiasen su texto, del mismo modo que el notarius del tribunal, y lo entregaran a la comunidad para que se conservara en los archivos de la Iglesia. Esta hipótesis parece ser confirmada por los detalles y anotaciones que se leen en algunas acta referentes a la actitud y reacciones del juez o del mártir y que parecen interrumpir el rígido formulario del protocolo. Por otra parte no resultaba fácil para los cristianos obtener una copia de los procesos verbales que se guardaban en el archivo proconsular, por los que en ocasiones había que pagar fuertes sumas. No se han conservado antecedentes que permitan saber si la Iglesia de Roma, que tenía organizada una sección de notarios, asumió la iniciativa de recoger las acta de sus mártires, ni tampoco es segura la noticia de que Julio Africano realizase una tarea semejante por lo que a Roma se refiere. La información acerca de otras comunidades es todavía más incierta.
De todos modos, la escasez de este tipo de documentos puede explicarse en parte por la destrucción ordenada por Diocleciano en el año 303 de los libros sagrados existentes en las iglesias y que habría afectado igualmente a las acta. No existen vestigios de que las iglesias se ocupasen después de restaurar el patrimonio de los textos hagiográficos destruidos. Los acontecimientos de los siglos posteriores, como las invasiones germánicas de Occidente durante los siglos V y VI, es posible que hayan consumado la pérdida irreparable de los escritos aún conservados.

Recopilaciones

Prescindiendo de las primeras colecciones de acta, incompletas y que ya se consideran perdidas, se puede afirmar que el primer compilador fue Eusebio de Cesarea, de quien se conoce el título del escrito de martyribusNota 10 que desgraciadamente se ha perdido; en cambio, se conserva el de martyribus palestinae.Nota 11 Ésta era la única recopilación conocida en Roma durante el siglo VI, en tiempos de San Gregorio Magno, según informó el Papa mismo al obispo y patriarca de Alejandría, Eulogio, que le había pedido documentación acerca de las colecciones de gesta martyrum.Nota 12 Casi al mismo tiempo se iba formando el gran martirologio llamado jeronimiano con las conmemoraciones de todos los mártires, que agrupaba los martirologios más antiguos de las iglesias. Este hecho es importante, porque la compilación de muchas de las pasiones está íntimamente relacionada con este martirologio, que les sirvió de punto de partida. Más adelante, paralelamente a la divulgación de las narraciones de las gesta martyrum, se sintió la necesidad de sintetizarlos en relatos sucintos, englobándolos en los martirologios más conocidos en aquel entonces; los compuestos por San Beda el Venerable en el siglo VIII y Floro de Lyon, Adón y Usuardo en el siglo IX. Éstos tuvieron a su disposición los datos de las pasiones y los adaptaron a la conmemoración litúrgica del calendario; algunos de ellos, especialmente Adón, no tuvieron ninguna preocupación crítica y usaron los textos sin valorarlos, confundiendo y deformando datos y noticias. Por causa de tal información, estos martirologios medievales se llamaron martirologios históricos.
Algo parecido sucedió en la Iglesia oriental, donde las numerosas pasiones se recogieron en forma abreviada en los libros litúrgicos, por ejemplo en los santorales (menaea), en los que se introdujo para cada día de los 12 meses del año una cita acerca de la vida y martirio del santo. Lo mismo sucedió con los menologios (menologia), divididos también en 12 volúmenes, correspondientes a los 12 meses del año; en ellos las pasiones vienen sintetizadas de una forma más extensa que en los precedentes. No puede olvidarse el menologio de Simón Metafraste (siglo X), que leyó y transcribió fragmentos de antiguas pasiones, dándoles una mejor forma literaria, para lo cual cambió y adaptó las diversas partes del original (de allí el nombre de Metafraste, del griego metaphrasis=cambio). La obra ha prestado un valioso servicio a la hagiografía al salvar diversos textos posteriormente extraviados. Durante la Baja Edad Media se confeccionaron numerosas colecciones de Vidas de santos, Pasionarios, Legendarios, etc., que todavía se encuentran en diversos códices de las bibliotecas europeas; otros, en cambio, se refundieron arbitrariamente en otras recopilaciones posteriormente impresas y traducidas en lengua vulgar; constituyendo así una copiosa literatura que alcanza hasta el Renacimiento.

Critica Hagiografica

El problema más arduo referente a las Acta martyrum es el de determinar su autenticidad, el valor histórico que al menos en parte contienen y a menudo esconden los numerosos textos, cuyo análisis está lejos de haber sido concluido. El primer intento de determinar las acta auténticas se debió al benedictino Theodore Ruinart, que recogió y publicó 117 textos que él consideró genuinos.Nota 13 Su origen y valor no eran homogéneos, puesto que sólo 74 números contenían el texto de las pasiones, mientras que los restantes eran párrafos y fragmentos tomados de antiguos escritores cristianos, como Eusebio, Juan Crisóstomo, Basilio e incluso Prudencio, de cuyos himnos había extraído párrafos relativos a los mártires San Hipólito y San Lorenzo. Es cierto que en la mayor parte de los casos se trata de figuras históricas, pero la selección de los textos no se realizó bajo un criterio uniforme ni seguro ni siquiera se acompañó de un análisis crítico. El benedictino, que tuvo una idea bastante vaga de los fines de su recopilación, únicamente se proponía dar a conocer el documento más antiguo y digno de confianza para cada uno de los mártires, con la intención de excluir los documentos falsificados.Ref 4
En 1882 Edmond-Frederic Le Blant tuvo la idea de continuar y completar la recopilación de Ruinart y agregó otro grupo de acta, que él consideró auténtico por la adecuación de la narración con las frases jurídicas romanas.Ref 5 El criterio de Le Blant no es firme y muestra una vez más la complejidad de la labor crítica dirigida a establecer las acta auténticas; las diversas listas de acta martyrum auténticas, que otros autores han esbozado o recopilado posteriormenteRef 6 no representan el resultado de un análisis riguroso y científico, sino que son más bien retoques insignificantes de la obra de Ruinart.
Con mucha mayor seriedad, si bien muy lentamente, se ocupan de estas obras de acuerdo con un plan orgánico los bolandistas. En los últimos años se han expuesto una serie de principios y normas de crítica hagiográfica en relación con las acta por parte de varios especialistas, como. H. Achelis, J. Geffken, A. Harnack, en Alemania; P. Allard, J. Leclercq, en Francia; el jesuita F. Grossi-Gondi, Fr. Lanzoni y Pio Franchi de' Cavalieri, en Italia. La aportación más valiosa se debe, no obstante, al bolandista H. Delehaye, de cuyos escritos sería posible extraer una summula crítica. A él se debe, en efecto, la más segura clasificación de las acta; ha señalado las diversas componentes del dossier de un mártir, ha reconstruido el iter de la leyenda, subrayando la especial función de la massa y de las tradiciones locales; ha estudiado los documentos hagiográficos paralelos a los textos narrativos, como los martirologios y sinaxarios, y ha fijado el diverso valor de las fuentes literarias, litúrgicas y monumentales, estableciendo específicamente el de los datos cronológicos y topográficos (doctrina de las coordenadas hagiográficas). En resumen, ha perfilado y perfeccionado la disciplina del método.
Se ha dicho, con un cierto aire de reproche, que la crítica hagiográfica se ha interesado hasta el presente, casi exclusivamente en los problemas relativos a la autenticidad y cronología del documento, descuidando el aspecto social y el ambiente en el que se escribió; aspecto que a su vez ayuda a determinar la misma cronología. Se ha insistido, por tanto, en la necesidad de «individuar los conceptos culturales y religiosos expresados en el documento y establecer una referencia al ambiente social de donde el texto proviene y aquel al que se dirige»



Mártir

Mártir

Mártir (del griego "μάρτυρας", "testigo") es, en general, la persona muerta en la defensa de alguna causa, con lo que da "testimonio" de su fe en ella.

En El Cristianismo

En el mundo occidental de tradición cristiana, la palabra tiene históricamente connotaciones religiosas, pues se ha considerado que un mártir era una persona que moría por su fe religiosa, y en muchos casos era torturada hasta la muerte.
Los mártires cristianos de los tres primeros siglos después de Cristo eran asesinados por sus convicciones religiosas (a veces eran crucificados como Cristo) de la misma manera que los prisioneros políticos romanos o arrojados a los leones en un espectáculo circense. Sin embargo, algunos historiadores de la Iglesia afirman que ha habido más mártires cristianos en el siglo XX que en el conjunto de los diecinueve siglos anteriores.
En muchas ocasiones se levantan edificaciones religiosas posteriores allí donde se produjo un martirio cristiano, ejemplo de ello es el lugar de martirio de San Servando y San Germán, situado según la leyenda en San Fernando (Cádiz).

En Otros Ámbitos

En otros ámbitos, el término no tiene connotaciones religiosas y se utiliza con su significado primario. Así, por ejemplo, ha sido empleado para referirse a las personas muertas en una lucha histórica por alguna causa, como es el caso de Steve Biko o Rachel Corrie, o aquellas cuya muerte ha servido para galvanizar un movimiento, como es el caso de Matthew Shepard.